Hay un periodista que vive

Un análisis sobre las diferentes miradas que sigue generando la figura del escritor, periodista y pionero de la no-ficción en Argentina.

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Rodolfo Walsh. Foto: Marco Rodriguez Garrido (CC).

Al recibir en 2002 un premio a la trayectoria en la Universidad Nacional de la Plata, el poeta y militante Juan Gelman recordó en su discurso al “hermano mayor de todos”. Así describió a Rodolfo Walsh, escritor, periodista y compañero de combate en la organización Montoneros que, como todo hermano mayor, provoca admiración y crítica; reacciones pocas veces reunidas en un solo lugar.

En 1987, el periodista Roberto Mero publicó sus conversaciones con Gelman en el libro Contraderrota. Montoneros y la revolución perdida. Allí, el poeta describe a Walsh como una persona cálida, rigurosa a la hora de ejercer su profesión y tan consciente de la realidad que una charla casual terminó en la obra que marcó la historia del periodismo argentino: Operación Masacre, una investigación sobre los fusilamientos cometidos en un descampado de José León Suárez en 1956, durante el golpe militar autodenominado Revolución Libertadora.

En su poema Notas XII, Gelman habla de la “lucidez de Rodolfo”opinión que comparten hasta los detractores del escritor desaparecido el 25 de marzo de 1977. Uno de ellos es el periodista y crítico de cine Gustavo Noriega, autor del libro Diccionario crítico de los años 70.

Para Noriega, Walsh -quien se unió a Montoneros en 1973- era mucho más inteligente que sus compañeros, pero sostiene que al elegir la revolución por sobre su oficio “sacrificó las nociones de verdad e independencia poniendo toda su brillantez al servicio de la militancia política”.

Por otro lado, el periodista Marcelo Birmajer manifestó en una entrevista que Walsh le hace ruido como individuo, y lo describió como a un secuestrador extorsivo que planificó el secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born en 1974.

En efecto, cuando la periodista María O’Donnell habló sobre su libro Born, explicó que Walsh desempeñó un rol de búsqueda de datos aún antes de dirigir el aparato de inteligencia de Montoneros, algo que también dijo Mario Firmenich -líder de la organización- pero que fue desmentido por otros integrantes como el periodista, militante y actual presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Horacio Verbitsky.

Rodolfo fue un amigo, un compañero, un maestro, un ejemplo”, dijo Verbitsky en una entrevista. Ambos se conocieron en los años 60, cuando Walsh volvió de su viaje a Cuba, y construyeron una amistad entrañable que el titular del CELS debió defender al ser puesta en duda.

En Cuba, Walsh y otros colegas fundaron la agencia Prensa Latina. El historiador Felipe Pigna sostiene que el periodista “había decidido que no sería nunca más un simple observador privilegiado del mundo, sino que quería formar parte activamente de él”, y cita como ejemplo cuando, a raíz de sus conocimientos de criptografía, descifró cables entre la CIA y agentes de Guatemala sobre la invasión a Bahía de Cochinos en 1961.

Sin embargo, en su libro Noriega menciona otros aspectos del viaje, como que Walsh respaldó al Estado cubano cuando encarceló al escritor Heberto Padilla y lo obligó a abjurar de sus opiniones contrarrevolucionarias.

Un análisis similar hace el periodista Diego Rojas cuando señala que aunque en esa ocasión “emulaba las tristes autocríticas estalinistas de los Juicios de Moscú”, Walsh atacó a los intelectuales que le reprocharon ese acto a Fidel Castro y a su gobierno. Además, hace hincapié en el hecho que definió el destino de Walsh, la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” que denunció las atrocidades cometidas por la dictadura cívico-militar desde el 24 de marzo de 1976.

En diálogo con Pigna, Verbitsky destaca que “con una lectura de una profundidad, de una inteligencia, él se adelanta a los acontecimientos”, en referencia a que la carta fue escrita en el verano de 1977 y las medidas económicas denunciadas, como la Ley de Entidades Financieras, se anunciaron después.

La rigurosidad en la investigación y la calidad de escritura de la carta de Walsh son características que reconocen hasta sus críticos. En esa sintonía, Birmajer no cuestiona la obra periodística y agrega: “Los escritores que nos formaron no necesariamente tienen que ser próceres”.

Por su parte, Noriega remarca en su libro lo detallista que es el documento con los datos que enumera, gracias a una profunda lectura de las noticias publicadas y la intercepción de radiollamadas de las fuerzas de seguridad. Asimismo, destaca que, por primera vez, se escribía sobre la cantidad de desaparecidos y fusilados, y los lugares donde se encontraron cadáveres.

Con respecto a la escritura, Noriega advierte que Walsh deja de lado la “retórica ideologizada”, por lo que la fuerza está en los datos y no en su destreza literaria. “Se parece, en ese último documento, al narrador reticente de Operación Masacre”, sostiene el periodista.

La vida y obra de Walsh dan testimonio de las múltiples aristas de un hombre que actuó por convicciones. “Ni héroe de gesta ni bardo parnasiano, ni rebelde impoluto ni abuelito de Heidi: con Gelman la cosa jamás fue fácil”, escribió Mero en su libro. Esa dualidad bien se puede aplicar a Walsh como a otro ser humano. Por eso, lcosa jamás será fácil.