
“El peronismo es producto de la movilización de los trabajadores”, dijo el historiador Gustavo Álvarez durante un seminario de Historia argentina que terminó ayer en el teatro Astral para alumnos de TEA. Una clara referencia al poder de convocatoria de Juan Domingo Perón que, hasta el día de hoy, se debate entre el mito y la realidad.
Una de las fechas que recuerda la capacidad de movilización de Perón es, sin duda, el 17 de octubre de 1945, cuando miles de personas se reunieron en la Plaza de Mayo para pedir la liberación de su líder preso porque, según Álvarez, los trabajadores veían en él al “único garante de las conquistas sociales”. Esa visión es también compartida por el historiador Félix Luna, quien en su libro El 45 sostiene que la concentración brotó espontáneamente desde las masas populares.
Sin embargo, distintos investigadores destacaron el rol de otros protagonistas. El historiador Juan José Sebreli, en su libro Los Deseos Imaginarios del Peronismo, sostiene que sin el accionar de la Policía Federal no hubiese habido 17 de octubre. Asimismo, la periodista Silvia Mercado, autora del libro El Relato Peronista, suma la complicidad de la dictadura de Edelmiro Farrell, quien estaba ejerciendo como presidente desde 1944 tras el golpe de Estado conocido como la Revolución del 43.
Al gobierno de facto de Farrell le siguió la primera presidencia de Perón, electo democráticamente el 24 de febrero de 1946. Según Álvarez, los sindicatos lograron consolidarse en los años siguientes: “Las cifras de afiliación son exageradamente grandes. En 1945, los afiliados rondaban los 400 mil trabajadores; para 1955, eran casi 4 millones”.
La actividad sindical durante el peronismo también es materia de debate. Josefina Luzuriaga y Hernán Aragón, autores del artículo “El modelo sindical peronista”, sostienen que Perón impulsó al movimiento obrero mediante grandes concesiones a cambio de liquidar la autonomía de los sindicatos. En ese sentido, en su libro Sebreli hace referencia al pasaje de una Confederación General del Trabajo (CGT) autónoma y democrática a otra burocrática y autoritaria.
Por otro lado, para Álvarez los sindicatos no solo fueron una herramienta de lucha para el peronismo, sino también de beneficios para los obreros, como tener obra social y recreos que después darían comienzo al turismo sindical. Sin embargo, según Sebreli ya había precedentes en la legislación argentina, puesto que la mayoría de las mejoras otorgadas por Perón ya estaban sancionadas por leyes impulsadas por los socialistas, aunque no siempre eran reglamentadas ni cumplidas por la patronal.
La relación entre Perón y las masas, entre el líder y los sindicatos, puede que nunca deje de generar controversia. Sobre la reflexión de Álvarez acerca de quién fue producto de qué el mismo Perón ya se había manifestado en 1951, durante las clases de Conducción Política de la Escuela Superior Peronista: “La acción jamás está impulsada ni por la masa ni por el pueblo, sino por los dirigentes, que son los que conducen”.